Recientemente participé en un pequeño debate en una Universidad, en el que se hablaba de trabajar por objetivos y sus bondades. Se ponía mucho el acento en lo bien que se puede estructurar, planificar, dar seguimiento….
Como ingeniero de formación, soy una persona enormemente pragmática; me enfoco a resultados, organizando la gestión en tareas estándar y tareas de mejora por proyectos.
Efectivamente: trabajar por proyectos te permite estructurar su contenido en partes abordables; cada una puede ser desagregada en partes más sencillas, y así hasta llegar a las tareas base que permitan afrontarlas de manera ejecutable, estandarizada y cuantificable.
Trabajar por proyectos implica por tanto, trabajar por objetivos. Es decir, y de manera muy resumida, partimos de un objetivo general o estratégico ambicioso, definiendo los procesos que intervienen, su factibilidad, los recursos necesarios y cómo lo medimos y damos seguimiento. Planificamos, escalamos en el tiempo y nos centramos en su resultado.
Hasta aquí, la teoría que todos conocemos.
Sin embargo, todo esto que está muy bien sobre el papel, adolece de su parte fundamental, que es el cómo se consigue; debemos introducir en el sistema de ecuaciones, otra variable que es además de crítica, multidimensional: las Personas.
El cómo afectan las personas en el desarrollo de un proyecto, marca los ritmos y la calidad de los resultados y distingue la dirección hacia el éxito o hacia el fracaso. Cualquier directivo debe ser capaz de planificar, pero mucho más de conseguir el resultado que pretende y para ello debes tener muy en cuenta cuales y cómo son tus recursos, incluidos los humanos. En lineas generales, he tenido ocasión de trabajar por objetivos de dos maneras:
- Los objetivos vienen dados por la jerarquía, sin discusión o debate con quien debe conseguirlos (normalmente me los han asignado a mi, aguas arriba….).
- Los objetivos son definidos a nivel estratégico por la dirección y se desagregan en cascada aguas abajo, mediante la participación de todas las partes implicadas en su ejecución (como los trabajo yo con mis colaboradores).
En ambos casos siempre hemos tenido un grado de éxito cuantificable, pero siempre mayor cuando el proyecto se ha planificado en el segundo supuesto.
Es un hecho incuestionable que la implicación y el compromiso de las personas que deben llevar a cabo las tareas del objetivo, marca la diferencia entre el éxito rotundo y el fracaso, o en el mejor de los casos, un resultado mediocre.
Por tanto, mi enfoque no es sólo a resultados, sino también a las personas que lo van a hacer posible.
Con cierta frecuencia me preguntan cómo he podido adaptarme a diferentes ámbitos, tanto sectoriales como funcionales.
La respuesta es muy sencilla: siempre que puedo resuelvo con la opción b) y siguiendo estos tips que comparto contigo:
- Primero piensa, aunque no hace falta demasiado detalle: qué te va a hacer falta para desarrollar el proyecto. Qué perfil de personas necesitas y te aportarán más valor.
- Escoger muy bien a tu equipo, a las personas. Mejor personas con gran actitud que con muchos conocimientos, pero suficientes para el tema que tratamos. Revisa con el equipo si hace falta alguien más.
- Explicales muy bien el proyecto, qué es y para qué: definir muy bien cuál es la Misión, el propósito.
- Consensuar con ellos que parte de la misión, del proyecto, van a llevar a cabo. Nacen aquí los objetivos, que serán de dos tipos: los contribuyen directamente a la misión y los que contribuyen indirectamente, por resolver las interdependencias que se generan entre las distintas partes y personas. Se crea el vínculo con el proyecto, el sentido de pertenencia y algo importantísimo: una organización alineada.
- Establecer la pauta de trabajo con cada uno de ellos y en equipo. Planificar y establecer hitos e indicadores. Comunicación.
- Actúa más como un facilitador que coordina, apoya y supervisa resultados, dejando libertad de acción a los miembros del equipo
- Muestra espíritu constructivo cuando las cosas se tuercen y reconoce los logros en público y en privado, sin caer en la complacencia. Preocúpate del estado de ánimo de tus colaboradores y mejóralo. Muchas veces, simplemente escuchando las penas de otra persona se consigue elevar el ánimo !!
- Recuerda: los detalles son importantes…….pero no para que tu los resuelvas. Ocúpate de lo gordo. Se crítico pero también equilibrado. Lo perfecto muchas veces es enemigo de lo más adecuado.
Lo mejor de todo esto es que funciona sea cual sea el ámbito o sector, donde estés, porque en definitiva, se trata de saber dirigir y saber liderar…….
Por cierto: ¿dirigir y liderar es lo mismo? ¿debería ser lo mismo? lo veremos en nuestro próximo post 😉